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jueves, noviembre 7, 2024
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El pais de las «cigarrhormigas»

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Fue Esopo el que, unos quinientos o seiscientos años antes de Cristo, fabuló sobre las cigarras y las hormigas. Otro griego, Demetrio de Falero, gran bibliotecario, rescató la obra de Esopo en el 300 a.C., más o menos. El romano Gayo Julio Fedro, copió en sus fábulas muchos de los temas que había tratado Esopo en las suyas; esto fue al principio de la era cristiana. En el siglo II d.C., otro poeta latino, Babrio, adaptó cien fábulas de Esopo en forma de verso. A finales del s.XVII, La Fontaine volvió a sacar el tema y, por último, un español ilustrado del s. XVIII, Samaniego, vuelve a deleitarnos con la fábula de “la cigarra y la hormiga”.

 

Son muchos siglos dándole vueltas al tema. Y parece que tienen razón. Hoy, la señora Merkel, nos recuerda solapada y machaconamente esta fábula. He empezado por ella porque es una dama y uno se ha educado cuando la urbanidad era asignatura en los colegios. Pero no sólo es ella. Hay multitud de dirigentes políticos y econmistas, casi todos ellos ubicados por encima de los 45 grados  de latitud norte, que han adoptado la misma cantinela.

 

Ellos viven en los países de las hormigas, los de abajo, siempre considerando las limitaciones que esta ubicación tiene en la inmensidad del universo, parace que somos neo-cigarras. El prefijo neo se utiliza mucho cuando hay poca creatividad e innovación y es necesario adaptar o copiar algo nuevo de algo antiguo.

 

Siento contradecir a la señora y sus seguidores “supracuarentaycincogradistas” (perdón por la palabreja) y me parece mentira que esta simplificación maniqueísta sea fruto de la mente de una mujer, de las que tengo una opinión muy diferente en lo que se refiere a juicio y cordura. En un hombre lo veo más normal porque somos bastante planos; en el mejor de los casos, binarios, porque hemos sido capaces de inventar la informática.

 

Los contradigo con respeto y humildad porque mi preparación e instrucción es infinitamente inferior a la suya y, seguramente, su criterio es más cabal que el mío. Pero, lo he dicho al principio, me limito a opinar.

 

Vivo en un país “subcuarentaycincogradista” y he tenido la fortuna de visitar países, incluso, “subdiezgradistas”. Veo que en todos ellos, y en el mío también, trabajamos. Incluso más, incluso, también y seguramente, peor. Pero no nos pasamos la vida cigarreando. Tenemos muchas cosas que aprender de los “supracuarentaycincogradistas”, no me cabe la menor duda, pero también tenemos muchas cosas que enseñarles; con perdón.

 

La hormiga de la fábula es laboriosa, sí, pero también cruel e insolidaria. No quiero ser hormiga.

 

Los de abajo somos más solidarios, sabemos vivir mejor la vida, somos más divertidos – los de arriba vienen a divertirse a casa de los de abajo- y más generosos; incluso los de más abajo, los “subdiezgradistas”, sin tener de casi nada, te ofrecen lo que tienen. Pero también se trabaja abajo. Seguramente peor, pero se trabaja duro. Por eso, señora Merkel, señores sabios de arriba, llámennos cigarrhormigas y pido al neo-parnaso que nos proporcione un poeta que fabule sobre este nuevo ser fantástico.

 

Es una opinión.

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