VINO AÑEJO.
José Ramón Auría Labayen.
Sería pretencioso por mi parte hacer un juicio sobre las intenciones y el pontificado del papa Francisco.
Tengo que reconocer que he sido educado y formado en un hondo respeto y fidelidad hacia quien ocupa la cátedra de san Pedro. Y en la certeza de que la elección del sucesor está inspirada por el Espíritu Santo.
Esto no supone ningún “angelismo”, ya que quien representa a Jesucristo, su cabeza visible, es un hombre de carne y hueso, con su personalidad, su trayectoria personal, sus aspiraciones, su forma de entender el gobierno de la Iglesia, sus días de sol y de borrascas, etc.
A pesar de esto, creo que muchos cristianos (en general, cualquier ser humano) nos sentimos cómodos clasificando en nuestros “casilleros” mentales a los demás, incluidos el papa, los obispos, las órdenes religiosas y su componentes, otros seglares, y un sinfín de personas. Así, con nuestros prejuicios (heredados o adquiridos en nuestra experiencia) juzgamos con criterios políticos o ideológicos, entre otros. Tal papa es progresista o conservador, avanzado o tradicional, de derechas o de izquierdas. Damos un paso más: en función de lo anterior, dictaminamos su bondad o maldad, su rectitud de intención, su honradez, su valía personal.
Leía en el evangelio de san Juan un pasaje muy conocido: tras la multiplicación de los panes y de los peces, los judíos intentan arrebatar (sic) a Jesús para proclamarlo rey; poco después, el Señor, además de echarles en cara que quieren proclamarlo rey porque han comido milagrosamente hasta saciarse, les dice que la verdadera comida y la bebida son su cuerpo y su sangre. Como no les gusta lo que dice, prácticamente le abandonan todos.
Nuestro papa ha levantado grandes expectativas. Muchos han opinado, unos han encasillado, otros esperan que les dé la razón etc. Yo he leído noticias de prensa, algunas de sus homilías, entrevistas en internet. La verdad es que tenemos una gran suerte de que su lengua materna sea el español. Con poco esfuerzo, le entendemos sus expresiones, sus giros, el nivel coloquial y familiar que utiliza.
Es un hombre cercano y lo demuestra con sus palabras y sus gestos. Ahora bien, no se limita a dar ejemplo, nos invita a que actuemos. Se ha dicho que será un gran papa si le dejan. Creo que hay que añadir: si le dejamos y le seguimos en nuestras comunidades y en nuestras propias personas.
El cristiano coherente con su fe debe asumir que será signo de contradicción para el mundo. Por eso, el testimonio y las palabras del papa Francisco son estupendos. Al igual que proclama que la Iglesia es misionera, también rechaza que se la clasifique como una ONG; puede defender el amor y la ternura con todo ser humano, y denunciar el ataque demoniaco al plan salvífico de Dios cuando se pervierten el matrimonio y la familia. Por seguir en esta línea, hoy que la crisis golpea sin piedad, sobre todo a los más débiles, el papa aboga por que los responsables públicos faciliten la creación de puestos de trabajo.
Además, no se queda en los argumentos materiales, que son importantes: más puestos de trabajo suponen más contribuyentes que, con sus impuestos, mantienen el Estado de Bienestar; al mismo tiempo se evita la emigración, sobre todo de los jóvenes, se financian las pensiones, se evitan las lacras del desempleo, etc. El papa, en una entrevista, profundiza y llena de sentido al hombre: “el trabajo unge de dignidad a la persona”. Apuesta por instaurar una cultura del trabajo, no de la dádiva.
Es hermoso escuchar cómo, el entonces cardenal Bergoglio, denunciaba por inmoral la evasión de impuestos y los paraísos fiscales, y apelaba a la coherencia y al compromiso por una vida justa y ordenada al bien de todos, es decir, al bien común.
Francisco es un papa que habla claro. Me parece que su reivindicación de la vejez es extraordinaria. En esta sociedad que se deja arrastrar por el miedo a la vida y ha mitificado la etapa juvenil, que el romano pontífice reclame el puesto que le corresponde a la vejez es un signo que a algunos les costará digerir. Para él, estos años de la vida son el moment