Dar sentido a mi vida. Qué objetivo tan sugerente.
En estos días en los que parece que van a venir cambios sociales de cierto calado, estoy sintiendo cierto temor de que mi situación material se deteriore. Me quiero revelar contra eso. ¿por qué siendo, como soy, un privilegiado, tengo miedo de perder privilegios? No es lógico. Los privilegios, igual que vienen, se van. Son una propina del destino. Lo que realmente importa es lo que cada uno es capaz de hacer por sí mismo.
La vida, mi vida, no tiene que consistir en un obsesionante afán de por acumular bienes materiales y ocupar un lugar destacado socialmente. No, ese no debe de ser el sentido de mi vida. Mi visión, como me enseña tozudamente Jesús en los Evangelios, es pensar menos en mí y más en mi prójimo. Si a esto le añado la gran cantidad de “talentos” con los que Dios me ha dotado, mi responsabilidad se multiplica. Jesús quiere que arriesguemos, que no enterremos bajo tierra su dotación, que nos juguemos, cada día, lo que tenemos, siempre pensando en el bien común. Con ello nos garantiza una vida plena y feliz.
Construyamos cada uno nuestro destino y al césar lo que es del césar y a Dios lo que es de Dios.